domingo, 18 de septiembre de 2011

El día que el Real Madrid anotó en su propia canasta

 Los comienzos de la Copa de Europa de baloncesto estuvieron marcados por una aplastante superioridad de los países del este, especialmente los de la Unión Soviética.
 En sus tres primeras ediciones, el titulo se fue a las vitrinas del ASK Riga, dos de ellas contra los búlgaros del Akademik y otra contra el Dinamo Tbilisi. En la cuarta, el equipo letón perdió en la final contra el CSKA de Moscú.

 En la temporada 1961-62, la tónica de la competición amenazaba con ser la misma. Tan solo dos equipos occidentales intentaban meter la cabeza entre la élite. Eran el Real Madrid y el Ignis Varese italiano, y el destino quiso que se enfrentasen en cuartos de final de la competición.

 Por entonces, las eliminatorias se jugaban a doble partido, y el sorteo había decidido que el primer partido se jugase en Italia.
 Se ofreció al equipo italiano la posibilidad de jugar en el Palacio de Deportes de Milán, gran pabellón con capacidad para 6.000 espectadores. Pero el comendatore Borghi, dueño del equipo y de la factoría Ignis, declinó la invitación. Su idea era crear una caldera de la que el equipo madridista no pudiesen salir.
 El partido se jugó el 18 de Enero en la pequeña ciudad de Varese, en una pequeña pista de cemento de apenas 24x13 metros, con poca iluminación y donde el público, unas 2.000 personas, llegaban a pisar las líneas de la pista.
 Cantos de tifossi, mucho ruido y bengalas. Todo estaba ya preparado.




 El Real Madrid, entrenado por Pedro Ferrándiz, contaba con jugadores como Emiliano Rodríguez, Lolo Sáinz o su gran estrella, Wayne Hightower, quien prefirió al equipo blanco en lugar de los Harlem Globetrotters durante el año que tuvo que esperar para poder jugar en la NBA.

 A pesar del ambiente, el Madrid no se dejó impresionar y mandó en el marcador desde el comienzo del partido. Las diferencias siempre rondaron los 10 puntos, yéndose al descanso con un 36-44 a su favor.

 Pero en la segunda parte la cosa cambió y, si bien el equipo blanco no se dejaba influir por el ambiente infernal, otra cosa bien distinta era el árbitro francés, De Redevilher, quien comenzaba a perder aplomo ante la presión de la hinchada varesina, anulando hasta 6 canastas del Real Madrid en este segundo tiempo.


 El Ignis comenzó a recortar distancias y el Madrid fue perdiendo fuelle muy castigado por las faltas personales y, sobretodo, por la lesión de su mejor jugador, Hightower, a manos del italiano Gavagnini.
 A pesar de todo, a dos minutos para el final, el Real Madrid conseguía mantener la ventaja de 10 puntos (68-78), pero perdía por 5 faltas a Sevillano y Morrison y tenía con 4 a Emiliano, Lluis Cortés y Lolo Sáinz.


 A falta de 27 segundos los italianos se habían puesto a solo 5 puntos (75-80). Entonces el húngaro Toth lograba dos canastas y un tiro libre para igualar el partido a 2 segundos para el final.
 Entonces Pedro Ferrándiz pidió tiempo muerto.




 Los italianos estaban exultantes ya que estaban a punto de forzar una prorroga en un partido que tenían prácticamente perdido. Además, el Madrid estaba muy cargado de personales y, previsiblemente, no solo se llevarían el partido, si no que podrían sacar una renta suficiente para poder llevarse la eliminatoria en el partido de vuelta.


 Ante esto, Ferrandiz consideró las opciones. Según manifestó más tarde, la opción de jugar la prorroga no era viable por lo antes mencionado. Si le daban el balón al contrario como si se hubiesen equivocado, a lo mejor no podían o no querían meter canasta. Había que hallar un método infalible y el creía tenerlo.


 El Madrid sacó de fondo. Todo el equipo italiano bajó a defender dispuesto para la prórroga. Alocén recibió el balón... y anotó en su propia canasta.
 Así el equipo blanco iría al partido de vuelta en su casa teniendo que superar una renta mínima de 2 puntos.


 Uno de los árbitros dudó en señalar una técnica, pero finalmente no lo hizo ya que el público se volvió loco pensando que Alocén se había equivocado. Mientras, los jugadores madridistas salían corriendo hacia el vestuario.
 Cuando corrió la voz de lo que había pasado en realidad, el publico entró en cólera, volviéndose más irascible incluso que durante el partido.


 El Ignis reclamo ante la FIBA, pero de nada valió por más que la razón moral estuviese de su parte. El Real Madrid no había vulnerado ninguna norma del reglamento, así que el resultado se tuvo que dar por bueno.


 A partir de aquel partido, la FIBA modificaría el reglamento. Desde ese momento, “la autocanasta anotada en los últimos instantes de un partido que evite un empate como resultado final, comportará la inmediata descalificación del equipo al que pertenezca el jugador autor de la autocanasta”. Además, se multaría al equipo con 1.000 marcos de multa y la exclusión de participar en competiciones europeas.


 Antes de esta reunión, ya se había diputado el partido de vuelta. El Madrid ganaría cómodamente aquel partido por 83-62, remontando fácilmente la eliminatoria.


 El Real Madrid acabaría llegando a la final aquel año, convirtiéndose en el primer equipo de Europa Occidental en hacerlo.
 Perdería aquella final contra el Dinamo Tblisi por 90-83 en Ginebra.



No hay comentarios:

Publicar un comentario